martes, diciembre 31


Te doy la bienvenida a este pequeño espacio dedicado a Princesa.

Detrás de todo libro existe un mundo de datos, colores, incluso de sonidos, que el autor entreteje minuciosamente y en el que se apoya durante el proceso creativo. Digamos que hacen a la historia, pero no forman parte del libro que luego llega hasta ti. Muchas veces se trata de cosas o lugares reales, que existen más allá de la ficción; otras, como es el caso de los personajes, no.

Estas páginas intentan recrear justamente ésto: su banda sonora, los lugares que sirvieron de decorado a la historia... hasta los personajes, a los que, por una vez, les he puesto rostro para ti. Si me sigues a través de mi blog o de Jera Romance sabes que nunca están basados en personas concretas, pero también sabes que me gusta probar cosas nuevas... Así que en esta ocasión, cuando preparaba el material promocional de esta nueva novela, pensé: si alguien me preguntara cómo son Tess y  Dakota físicamente, si tuviera que ponerles una cara, una imagen, ¿cuál elegiría?

Mucha agua ha corrido bajo el puente desde que inauguré este rinconcito, en Diciembre del año pasado. Han sido cuatro meses colmados de emoción y de sorpresas... A lo largo de seis semanas, un grupo de lectoras me acompañaron durante lo que se dio en llamar el Preestreno de ésta, mi nueva novela. Fue una experiencia única de la que surgieron nuevas amistades, ideas, contribuciones y momentos que no olvidaré, muchos de los cuales han quedado registrados "para la posteridad" en forma de comentarios.

Esto y otras cosas encontrarás aquí, en el mundo romántico de Princesa :)

Por favor, paséate con total libertad por él, y si te gusta lo que ves y te apetece contármelo, ya sabes: los comentarios están habilitados. Me encantará que me lo digas.



Con afecto,
Patricia

PD: ¿Quieres ver lo que otras lectoras han dicho? Click ↓ (Hay más en el Libro de Visitas).

Nota: el blog ha permanecido cerrado al público desde el 8 de febrero hasta el 25 de marzo.  Esta entrada ha sido editada el 24/3/2011.

jueves, abril 25

I Kedada de miembros del Club de Fans de Dakota - Madrid, 27 de abril de 2013.

Dakota sigue cautivando lectoras y su club de fans no para de crecer. Durante meses, he compartido virtualmente con ellas noticias, fotos, comentarios sobre nuestra común afición -el Yogurín-, y ahora, hemos decidido ir un pasito más allá y reunirnos "in person". Nuestro primer encuentro tendrá lugar el próximo sábado 27 de abril. 

Si eres una "Bollito" ya lo sabes, y si aún no lo eres ¿a qué esperas? Me encantará tenerte a bordo. Por supuesto, si además, vives en Madrid sería genial poder verte el sábado, en nuestra...


En primera línea del muro grupal encontrarás toda la información relativa a nuestro primer encuentro. 

Dakota te espera... ¡y yo también! ¡Te esperamos en su Club de Fans!

jueves, febrero 14

Princesa, segunda parte: un bocadito romántico para celebrar San Valentín.

¿"Princesa, segunda parte"? Es posible que aún no sepas que sí, Princesa tendrá continuación. Si es así, te diré brevemente que después de meses de pedírmelo con una insistencia que parecía contagiada de la insistencia de Dakota -y esa sí que la conoces-, las lectoras habéis conseguido arrancarme un "sí". Será este año, 2013, cuando vea la luz y como me encantan las sorpresas -ya lo sabes- me seguiré reservando más detalles hasta que llegue el momento. No me tomes a mal, por favor. Adoro las sorpresas y de esta nueva novela, las lectoras lo habéis decidido prácticamente todo, así que lo que no habéis decidido, lo custodio con cariño y mucha, mucha ilusión :)

Entre las cosas que habéis decidido, está una muy importante: queréis más de Dakota y Tess. Me parece justo y como me encanta complaceros, he pensado que este Día de los Enamorados sería una ocasión perfecta para regalaros un extracto -lo que entre vosotras se denomina "spoiler"- de la nueva novela que tuviera por protagonistas al Yogurín y a su chica.

Aquí os lo dejo, entonces, con mis mejores deseos de que tengáis un San Valentín muy, muy romántico ;)

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Teeeeeeeeess, tu enamorado está aquí!"
La editora se incorporó en la cama de un salto cuando oyó la voz de su madre haciendo aquel anuncio tan peculiar. "Tu enamorado" había sonado con la misma sorna con que siempre lo decía, y al final de la frase, como colgando de un precipicio invisible estaban las dos palabras que no había pronunciado: "otra vez". Casi habían sido audibles. Sin embargo, el mayor efecto en Tess lo había logrado con el adverbio "aquí". ¿Cómo que "aquí"? Acababan de hablar por teléfono, y ella le había explicado que se echaría un rato porque no se encontraba bien. Había aducido una gripe como posible motivo de su malestar, confiando en que Dakota lo daría por bueno, cada cual dormiría en su propia cama el fin de semana y eso le concedería a ella las vacaciones de tres días que necesitaba.
No las deseaba, pero desde luego, las necesitaba.
Y ahora él, estaba "aquí". Tess se dio un vistazo rápido y suspiró. Vaya pintas.
Se había puesto lo más cómodo que había podido encontrar en su armario. Una camiseta de tirantes que originariamente era de color salmón y ahora, tras muchos lavados, había quedado de un rosita suave. Tenía escote en U y alguna vez había sido entallada; ahora, las sisas y el contorno lucían estirados. Pero el algodón era tan delgado que era casi como si no llevara nada. Un auténtica bendición en esos días como hoy, en los que no toleraba el roce de la ropa.
Los pantalones -convertidos en minishorts- eran otras reliquias. Un pantalón de deporte ancho de caderas y muslos, de los que se ajustaban a la cintura no con cinta elástica sino con cordel. Antediluviano, pero lo más cómodo que había vestido jamás. Por eso lo seguía conservando, y también por eso lo vestía hoy.
Y si así de mal estaban las cosas por su vestuario, no quería imaginar cómo estarían en su cabeza. Las ojeras ya eran contundentes al levantarse, por lo que no tenía la menor duda de que ahora serían dos círculos negros. Sin embargo, con esa coquetería propia de las mujeres, se deshizo la coleta y se peinó el cabello con los dedos, que volvió a enmarcar su rostro en una melena castaña, corta y ligeramente ondulada. Puso especial interés en el flequillo, que caía sobre el lado derecho de su cara, formando una onda amplia y dejaba la frente despejada. Por intentarlo que no quedara.
Y ella que había pensado que Dakota lo dejaría en unas cuantas llamadas para ver qué tal seguía. Ilusa. Oía sus pasos firmes en las escaleras de madera. Venía tarareando una canción. Sonaba despreocupado. Feliz.
Tess exhaló un suspiro y esperó a que él abriera la puerta. Sin llamar antes, por supuesto.
Así fue. Scott Taylor, más conocido como Dakota, abrió la puerta con sigilo, para no despertarla si dormía, y al verla sentada con las piernas cruzadas al estilo indio sobre la cama, sonrió. Abrió la puerta del todo y recostó un hombro contra el marco.
—Guapa, si no mejoras solo con verme es que estás grave y tenemos que salir cagando leches al médico.
En otras épocas lo habría llamado vanidoso, pero ahora, no podía más que reconocer que era cierto.
Una verdad grande como una catedral.
Aquel rubio pelilargo de cuerpo espigado, completamente vestido de negro, era una visión imponente. Llevaba sus botas llenas de hebillas y la cazadora de pinchos colgando de un dedo, sobre el hombro. Además, hoy tenía el pelo suelto. Caía como una mata lacia y sedosa que le cubría buena parte del pecho y de la espalda, dándole un aspecto terriblemente atractivo.
Nunca dejaba de asombrarla que ella, amante de Armani y ferviente admiradora de Ralph Laurent, pudiera encontrar aquellos pantalones pitillo y aquella camiseta con los puños arremangados hasta el codo, tan escandalosamente... Sexy.
Tess esbozó una sonrisa y extendió una mano hacia él. Dakota cerró la puerta tras de sí, soltó la cazadora sobre la pequeña banqueta que había frente a la cómoda y avanzó hasta la cama. Tomó la mano femenina y sin soltarla se puso de cuclillas frente a ella, mirándola. Sus impactantes ojos color café recorrieron el rostro de su novia, buscando señales que le indicaran qué tal se encontraba.
—Eres la medicina perfecta, pero... —Tess lo miró con dulzura— ¿qué haces aquí?
—Tenía que traerle unas cosas a mi padre y aproveché para hacerle una visita a la griposa, pero ahora que te miro...
Dakota acarició suavemente el rostro de Tess con el dorso de una mano. Uno de sus dedos le recorrió el perfil de la nariz y a continuación, las sombras oscuras que había debajo de sus ojos. Ella volvió a intentar desviar el tema. Retuvo aquel dedo delator y dijo con su tono risueño:
—Y ahora que me miras, te preguntas dónde han quedado esos conjuntitos que te molaban tanto —sonrió—. ¿Era así como lo decías, no?
De forma ostensible, los ojos de Dakota abandonaron el rostro femenino y le dieron un exhaustivo repaso al resto de Tess. Ya lo había hecho antes, al abrir la puerta, pero en aquel momento a sus ojos de hombre enamorado les urgía más saber qué tal estaba. El "cómo" ya lo sabía; buenísima.
Este segundo repaso le confirmó que no echaba en falta los infartantes conjuntos que su chica usaba para salir a hacer footing. En lo más mínimo.
La camiseta era escotada y le iba grande. Desde donde mirara, se daba un festín visual, y si ella se movía... Cualquier movimiento hacía temblar aquellos dos soberbios melones porque sí, además, no llevaba sostén.
Joder, era la fórmula perfecta para que él no pudiera despegarle los ojos de aquellas delanteras de muerte y los dos sabían muy bien lo que pasaba cuando se las miraba mucho.
Cuando se las miraba. Punto.
Los shorts eran un escándalo. Lisa y llanamente. Le cubrían apenas hasta la raíz del muslo, y se enterraban en las ingles. Y mejor que no pensara qué haría allí, aparte de mirar.
Este segundo repaso también le confirmó que en otras épocas, su risueña referencia a los conjuntitos molones habría sido una maniobra de distracción perfecta.
Hoy no funcionaba.
—Este también me mola —concedió el motero—. Lo que me pregunto es qué clase de gripe es esta que has pillado... Sin tos. Sin coladera de nariz. Sin estornudos...
La vio ponerse roja y no hubo forma de evitar derretirse por dentro. Empezaba a intuir de qué iba todo aquello... Y jo-der, le estaban entrando unas ganas de embadurnarla en mermelada y comérsela despacio... ¡Ay, madre!
Tess meneó la cabeza. Qué incómodo estaba resultado todo aquello, pensó la editora. Dios. ¿Gripe? Menuda ocurrencia. Como si una gripe fuera a detener a un hombre como él de hacer exactamente lo que le diera en gana. En los casi tres meses que Tess llevaba viviendo en Londres, se habían visto a diario. A veces, solo por espacio de unos pocos minutos, pero todos los días, sin fallar uno.
Al principio era Dakota quien se las arreglaba para aparecer de improviso, a veces en visitas relámpago de apenas un cuarto de hora. Ahora también era Tess.
Había descubierto que a él le encantaba que se presentara de forma inesperada -igual que lo hacia él-, y Tess, que no precisaba de ninguna razón especial para desear verlo cinco minutos después de que abría los ojos por la mañana, había encontrado en sus apasionadas bienvenidas el estímulo perfecto.
Intentando evitar hablar del tema, había conseguido un doblete; ahora, además, tendría que explicar por qué lo evitaba.
Ella soltó un suspiro. Tomó un mechón de pelo masculino y lo enredó entre sus dedos. A ver cómo se las ingeniaba para salir del embrollo sin... ¿sin parecer la mayor mojigata de treinta y seis años a este lado del mundo? Por Dios, Tess.
—No tengo la gripe —admitió al fin mientras seguía con la vista el movimiento de sus propios dedos en torno al mechón rubio—. He dicho una mentirijilla.
Dakota apartó su propio cabello hacia atrás con un movimiento de la mano, lo que de paso dejó a Tess sin pelo que enredar entre sus dedos. Primer llamado de atención.
El segundo sobrevino de inmediato, cuando él elevó la barbilla de su chica en un gesto ostensible que la obligó a un contacto visual.
—Tess, no me evites. —Y aunque no lo dijo, fue como si lo hubiera hecho: "me vuelves loco cuando me evitas". Y el estremecimiento que los recorrió a los dos fue prueba de ello.
Él se resistió a abrazarla. No quería ponérselo fácil. Y muy especialmente, no quería mentiras entre los dos.
Ella también se resistió; tenía razones para ello aunque pudieran parecer tontas -incluso, aunque lo fueran-, aunque no supiera cómo empezar a explicarse. Su rostro se contrajo en un gesto mitad arrepentimiento mitad puchero, y lo soltó de carrerilla, casi sin pensar.
—Ay, Diossss... ¡Qué embarazoso! No es una gripe, es mi menstruación. La primera que tengo desde que he regresado a Londres. El médico dijo que era un retraso normal debido al estrés y al cambio de vida... Suelen ser dolorosas, lo cual me pone muy irritable, pero lo peor es que no soporto siquiera el roce de la ropa. Iría desnuda si pudiera. Son días en los que me siento malhumorada y fea... y... Quizás me equivoque, pero creo que no eres un hombre escrupuloso... Sexualmente escrupuloso, quiero decir... Y bueno... Esto me resulta muy violento. Preferí evitarlo y es evidente que cometí un error —hizo una pausa para recuperar el resuello—. Y ya está. Es todo.
¿Embadurnarla en mermelada, había dicho? Joder... Se la comería toda. Tal cual estaba. Cachito a cachito. Cada segundo que pasaba se sentia más loco por ella. Loco total.
Dakota soltó el aire en un suspiro. Quería comérsela allí mismo. Ya, ya, ya.
Y por desgracia, eso no era una opción.
—Vale. Entonces, nos vamos.
No solo lo había dicho. Además, se había puesto de pie esperando que ella hiciera lo mismo.
—Scott... —se quejó ella.
Pero Dakota no la dejó continuar.
—Si esperas que me trague que prefieres el zumito mañanero de Lady Di a mi rabo, no cuela.
Al oírlo, el rostro de la editora pasó por toda la escala de rojos antes de llegar al morado, y tan solo fue capaz de articular tres palabras:
—¡Por Dios, Scott!
¿Qué? "Por Dios", ¿qué? Me da igual si este fin de semana me toca cascármela en la ducha. Sé lo que tú quieres y sé lo que quiero yo. Y eso no es que tú te quedes aquí y yo en Honslow, ¿vale? Y ahora, llámame indiscreto, pero es lo que hay y lo sabes perfectamente.
Tess soltó un bufido. Miró a otra parte. ¿Indiscreto? Zafio era la palabra correcta.
—Menos mal que te he dicho que estoy irritable... Agggg... Te mataría cuando hablas de ese modo.
Dakota volvió sobre sus pasos. Se agachó frente a ella nuevamente y tomó sus manos. A continuación, buscó su mirada.
—A ver, nena... A duras penas conseguimos estar tres o cuatro horas sin vernos, y eso porque no paramos de llamarnos... ¿y tú pretendes que aguantemos todo un fin de semana? —hizo una pausa durante la cual sus ojos, como siempre, la escrutaron, buscando una respuesta antes de que ella la pronunciara—. ¿Estás de coña, bollito?
Bollito. Debía haberse transformado en uno. De mermelada y recién salido del horno, porque así se sentía; caliente y blandita. Jamás entendería cómo aquel vocablo inofensivo y, a la sazón, mal empleado en este caso, podía tener semejante efecto sobre ella.
Pero así era.
Lógicamente, él se dio cuenta. Una gran sonrisa torcida, marca de la casa, dominó su rostro varonil cuando murmuró, muy cerca del oído de Tess, y muy bajito:
—Diría que te tengo en el bote... ¿Qué te parece?

 ~~*~~*~~

Richard Gibb y su esposa miraban la televisión cuando Tess, acompañada de Dakota, hicieron una breve parada en el salón.
Antes de que su hija aceptara aquel puesto temporal en Harper Collins para cubrir la baja por martenidad de la editora de su sello romántico, y harta de ver a Dakota a todas horas en su casa, Amelia, a la que el motero se había referido antes como Lady Di porque la mujer era una admiradora confesa de la Princesa del Pueblo hasta el punto de llevar su corte de pelo, esperaba como agua de mayo el momento en que Tess se reincorporara a la vida laboral, confiando en que las visitas se reducirían. Que incluso con un poco de suerte se limitarían a un rato por la noche, después del trabajo, como sucedía con las parejas normales. Sin embargo, no había sido así. Desde hacía tres semanas, en días de diario lo tenía tocando el timbre de su casa dos veces al día, y cuando llegaba el viernes por la tarde, aunque el planeta acabara de sufrir una invasión alienígena, Dakota recogía a Tess y no se les volvía a ver el pelo a ninguno de los dos hasta el domingo a la hora de comer. Hoy era viernes, así que Amelia ya sabía lo que vendría a continuación, y la verdad, no le gustaba, pero esperó con la boca bien cerrada a ver qué decía su hija. El primero que habló, no obstante, fue Richard al verla en el salón.
—¿Estas bien, querida? Tienes mejor semblante.
—Sí, gracias, papá... Bueno, me marcho —miró a Amelia, con una sonrisa en los labios—. El domingo vendré a tiempo para ayudarte a amasar.
¿El Domingo?
—¿Qué le ha pasado al Sábado? ¿O es que tu semana ya no los tiene? —preguntó su madre.
Dakota, de pie detrás de Tess y parcialmente oculto por la puerta, estuvo a punto de soltar una carcajada. ¿A los 36 años mamá le preguntaba por qué no venía a dormir a casa? A ver qué respondía Tess.
La editora, acostumbrada a las continuas interferencias de Amelia Gibb sonrió con naturalidad.
—Nada, que yo sepa. Sigue formando parte del calendario oficial en todo el mundo —hizo un gesto de adiós con la mano—. El domingo, a eso de las diez, estaremos aquí.
Dios le diera paciencia, pensó Amelia.
—¿"Estaremos"? ¿Tú también vendrás, Dakota?
—Sí, señora. Aquí estaré, como un clavo.
Richard ignoró el gesto de desagrado de su esposa y procuró que pasara desapercibido.
—Divertíos, chicos. Ya nos veremos el domingo.
Tan pronto la pareja se hubo marchado, Amelia puso a un lado el tejido y miró a su marido con evidente malhumor.
—No me gusta cómo van las cosas, Richard, y lo que me gusta menos todavía es que tú te lo tomes tan a la ligera. Esto no es normal. Hace dos horas... ¡qué digo! Hace media hora, Tess se sentía lo bastante mal como para tomarse dos analgésicos de una vez... ¡Ella, que para hacerla tomar una aspirina hay que maniatarla! Pero llega él y ya está estupenda y se va de fin de semana. ¿No ves lo que está sucediendo aquí?
Richard apartó el periódico con su talante paciente habitual. Sus grandes ojos grises miraron a su esposa como quien mira a un hijo caprichoso.
—¿Qué es lo que crees que está sucediendo? Se quieren, están bien juntos y quieren compartir el mayor tiempo posible. ¿Qué tiene de malo?
La expresión de Amelia mostró que su humor empeoraba por segundos.
—"Quieren", no; quiere. Él quiere.
—¿A qué te refieres, cariño? —preguntó el padre de Tess, completamente perdido.
—Tess no se sentía bien. Lleva así varios días, pero hoy ha venido del trabajo y se ha metido directamente en la cama, un signo muy claro viniendo de ella. No creo que en diez minutos esté estupenda. Lo que pasa es que él la presiona. Ya ves cómo es. La llama a todas horas, se presenta aquí a cada rato. La mangonea todo el tiempo y ella no sabe pararle los pies. Esto no me gusta, Richard. No me gusta nada.
Ahora quien empezó a dar signos claros de mal humor fue el cabeza de familia. Entendía que Dakota no era un tipo que se hiciera querer, precisamente. Entendía que su aspecto y sus modales constituyeran un desafío constante a la vena más tradicional de las hermanas Baldini. Lo entendía porque muchas veces él mismo se sentía desafiado. Pero lo que acababa de oír le parecía una acusación muy grave y a todas luces infundada, y antes de que la imaginación hiperactiva, tan característica de las mujeres de la casa, montara un gran drama a partir de un grano de arena, estaba decidido a ponerle coto. Ya mismo, además. No volvería a cometer el error de no intervenir a tiempo.
—Amelia, no se te ocurra seguir por ahí. No se te ocurra, ¿me oyes? —ella bajo la vista en un gesto que tenía tanto de ira como de incomodidad por la llamada de atención que estaba recibiendo de su marido—. No puedes ir acusando tan alegremente. Que Dakota no te caiga bien no es razón para que lo acuses de todos los males del mundo. Y perdona, cariño, pero decir que Tess no sabe pararle los pies, eso ya es... Eso es inaceptable. Inaceptable. Y además, no es cierto. Tess es una mujer con las ideas muy claras y yo no tengo ninguna duda de que las cosas se están desarrollando de la forma que ella quiere. Es Tess quien marca las pautas en esta relación y no al revés. Mira mejor, Amelia. Ya te lo he dicho infinidad de veces —la miró con dureza—. No quiero volver a oír eso. Me parece vergonzoso e impropio de ti.
Amelia volvió a tragarse su rabia. Tomó las agujas y continuó tejiendo sin hacer comentarios.
¿Qué iba a decir Richard de la situación? Para él, todo lo que Tess hacía era lo correcto. Durante muchos años, ella misma también lo había pensado.
Hasta el día en que Dakota se había metido, prepotente y chulo, en la vida de su hija mayor.
Justamente hasta ese día, Tess había sido una hija modélica.
Ahora era una desconocida.
 ~~*~~*~~
Tess y Dakota atravesaron el camino de laja y salieron a la calle tomados de la mano. Ella se había dado una ducha rápida, había cambiado su indumentaria antediluviana por unos ligeros pantalones de color crema, una blusa violeta con mangas tres cuartos y escote bote, y unas sandalias a juego de tacón moderado. Un poco de rímel en las pestañas y corrector de ojeras a discresión habían mejorado su semblante en directa relación a lo que había mejorado su ánimo, aunque esta última mejoría tenía una única explicación: él. Ni los analgésicos, ni el zumito de mamá, ni ninguna otra cosa, fuera material o etérea. Solo él conjuraba este tipo de milagros en la vida de Tess.
—¿Y Princesa? —preguntó sorprendida al ver que la moto no estaba por ningún lado. En cambio, junto a la acera, estaba el coche de los Taylor.
Dakota abrió el maletero y colocó en él el pequeño equipaje de su chica.
—Guardada en el garaje.
Se refería al garaje de la casa de sus padres, que vivían puerta con puerta con los Gibb, en el 140 de Old Elm Street.
Tess se detuvo junto al motero.
—¿Has venido en coche? —le preguntó.
Nop. He venido en moto y ahora me voy en coche.
A continuación, cerró el maletero de un golpe seco que sobresaltó a Tess.
—Pero a ti no te gusta ir en coche... —añadió ella mirándolo extrañada.
Dakota ya estaba junto a la puerta del conductor, dispuesta a abrirla, y se detuvo. Apoyó los codos sobre el techo del vehículo y la miró con sorna.
—¿Por qué las tías hacéis tantas preguntas? Vine en moto. Me voy en coche. ¿Dónde está el problema?
Fue en aquel momento, cuando él insistió en quitarle importancia al suceso optando por meterse con las costumbres del sexo femenino, que se hizo la luz. Desde el principio, la intención de Scott había sido llevarse a Tess consigo. Ella había dicho "gripe" y él había deducido que si estaba engripada, tendría fiebre, tos y estornudos. En tal caso, lógicamente, Tess preferiría hacer el viaje en coche. Por eso "había venido en moto y se iba en coche".
Qué hombre más increíble se escondía tras sus ropas de motero.
—¿Tan curiosa te parezco?
Él arqueó una ceja a modo de respuesta y se puso al volante.
Tess, con una sonrisa que le ocupaba la mitad de la cara, se quedó donde estaba, disfrutando anticipadamente de lo que estaba a punto de suceder.
Dakota esperó a que ella subiera. Esperó y esperó y esperó...
Al fin, bajó el cristal del lado del acompañante y asomó parcialmente la cabeza.
—¿Vienes?
Tess se inclinó un poco y lo miró sonriente.
—Ha sido un gesto muy galante de tu parte pensar que, dadas las circunstancias, yo preferiría no viajar en moto. Y me preguntaba si, quizás, querrías deslumbrarme con otro gesto galante...
Dakota dejó caer la cabeza, derrotado. Luego, la miró de reojo pensando con cuánta habilidad conseguía llevarlo a su terreno. Y con cuánta dulzura. Era demoledora.
—¿Cuál gesto?
—Me encanta que un hombre me abra la puerta —respondió Tess con suavidad, y se quedó esperando su reacción.
—¿Quieres que me baje y te abra la puerta del coche?
Ella le obsequió una sonrisa tierna.
—Quiero que me abras todas las puertas.
Había que ser mujer para entenderlo, así que, por descontado, él no lo entendía. Pero ella había usado la palabra "deslumbrar", y esa sí que la entendía. Sobre todo, entendía el efecto.
Asintió un par de veces con la cabeza y volvió a mirarla.
—Y dime, ¿eso te deslumbraría mucho?
La mirada de Tess, resplandeciente de amor, permaneció unos instantes sobre él.
—Oh, sí —murmuró, al fin—. Muchísimo.
Dakota salió del coche y avanzó hacia ella con paso decidido. Pensaba cobrárselo con creces y en especie, y eso justamente era lo que sus ojos le decían. Eso, y que cada minuto que pasaba la adoraba más y más y más...
Tess dio un paso atrás para permitirle abrir la puerta y cuando él lo hizo, se dispuso a subir. Entonces, él la detuvo por un brazo, suavemente, y se acercó a hablarle al oído.
—No soy un tío escrupuloso —murmuró. El vaho caliente la quemó entera y sus palabras encendieron una hoguera en el vientre de Tess.
Ni una cosa ni la otra pasaron desapercibidas a Dakota, que volvió a apartarse sin dejar de mirarla.
Tess subió al coche y mientras lo hacía tampoco despegó sus ojos de él.
Simplemente, no podía.

©2013. Patricia Sutherland
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Si aún no has leído Princesa... ¡no dejes escapar esta Promoción Especial San Valentín!

Formatos, tiendas y ofertas disponibles en este enlace.

jueves, febrero 7

Princesa entre las Letras Destacadas de Elena Presedo.


Princesa continúa acumulando Tops 10 y Lecturas destacadas. Esta vez, está entre las letras destacadas de Elena Presedo:

"Por aportar un soplo de aire fresco, donde la diferencia de edad tan solo es un número más,  y...por Dakota y su tattoo del dragón bicéfalo". La Estación de las Letras.

¿Y tú, has leído Princesa? ¡Anímate, te va a encantar!



martes, febrero 5

Princesa, ¡otro Top Ten en 2012!


Princesa, entre los top 10 de Ishtar, y tan, tan bien acompañada :)



Dakota sigue acumulando "tops", y robando corazones ;)

¡Me encanta!




sábado, enero 12

Princesa, entre las lecturas destacadas de 2012 de Melanie Alexander

¡Otra lectora que incluye Princesa entre sus lecturas destacadas de 2012! ¡Qué ilusión!

En esta ocasión se trata de Mel, autora y administradora del blog El Rincón de Melanie Alexander, que al referirse a Princesa dice:

Y otro libro más que me volvió loca por su protagonista tan GRR... Princesa, de Patricia Sutherland. Es un libro que me cautivó, sobre todo por el tema que trataba: la diferencia de edad entre los protagonistas. Haciéndote ver que eso en el amor no importa, cosa muy cierta, aunque la gente opine, el amor yo creo que es algo que está por delante. Además que...¿Quién no se enamoraría del bollito de Dakota? A mí me cautivó desde el principio con su estilo rockero heavy, con su moto...todo de él me encantó y Patricia desenvuelve la historia de una forma que te engancha.

Y una vez más, está estupendamente acompañada por títulos de las españolas Lena Valenti, Megal Maxwell, Cristina Roswell, Azahara Vega y Olga Salar, entre otras autoras. Para leer la entrada completa, sigue este enlace:


martes, enero 8

Princesa, entre las lecturas destacadas de 2012 de Lorena Luna

Después de un breve paréntesis navideño, Dakota y yo volvemos a la blogosfera para compartir contigo buenas noticias, Lorena Luna la administradora del blog Un Lugar Mágico ha incluido a Princesa entre sus lecturas destacadas de 2012:

[Patricia Sutherland] Es otra autora que me ha sorprendido con su libro, una historia original en la cual sus protagonistas tiene diferencias de edad y hacen que su lectura sea divertida y que sobre todo el personaje masculino tenga una personalidad arrolladora que destaca por encima de todo. Dakota es auténtico! 

Es una gran satisfacción que Lorena la escogiera y una ilusión tremenda que esté tan bien acompañada: nada menos que por las autoras españolas Lena Valenti, Victoria Álvarez, Antonia J. Corrales, Mar Carrión, Raquel Rodréin, Ana R. Vivo, Noelia Amarillo, Ángeles Ibirika y Olga Salar, entre otras. Para ver la entrada completa, sigue este enlace: